Un mundo conectado no solo trae grandes beneficios. También, puede ocasionar una serie de efectos ‘secundarios’ que afecta, sobre todo, a la cultura. Conocé más detalles.
La conectividad nos hace vivir un tiempo absolutamente nuevo y sin precedentes. Según el Observatorio de Tendencias de Seguros SURA, se trata de un momento que se caracteriza por la hiperconexión y, con esta, la velocidad exponencial de los avances en ciencia, tecnología, movilidad internacional, globalización cultural y económica. Un tiempo en el que las fronteras son cada vez más permeables y, por ende, relativas. Todos estos cambios son innegables, inevitables y clasificables.
Dentro de los aspectos positivos de este proceso de globalización están el progreso y la facilidad de las comunicaciones, y la extensión de los derechos humanos. Mientras que, en la cara negativa, observamos la uniformidad cultural y la desigualdad económica. Algunos de los riesgos que se avistan en el futuro próximo de esta nueva era son la desaparición de los idiomas, la transculturación, y -ya fuimos testigos- las epidemias globales/pandemias.
En teoría, la globalización podría facilitar la expansión de las lenguas ya que, mediante los avances tecnológicos, podría facilitarse su aprendizaje. Sin embargo, en la práctica, ha demostrado ser un contra para muchos idiomas que hoy están en riesgo de extinción.
Estudios del equipo de la UNESCO especializado en la preservación de las lenguas del mundo determinaron que mundialmente se hablan más de 7,000 idiomas, de los cuales aproximadamente 6,700 son lenguas indígenas, y el 40% de ellas están desapareciendo. Tan sólo en los últimos 70 años, desaparecieron más de 230 lenguas.
Estas son, según los investigadores, algunas lenguas nativas en riesgo de extinción en América Latina:
- Argentina: Tehuelche.
- Brasil: Hixkaryana, Nambikwara y Jamamadí.
- Chile: Kawésqar y Huilliche.
- Colombia: Achagua, Macaguán y Desano.
- Costa Rica: Bribri.
- Ecuador: Záparo.
- El Salvador: Pipil.
- Guatemala: Itza’.
- México: Yucatec Maya, Tilapa Otomí y San Agustín Mixtepec Zapotec.
- Perú: Jaqaru, Pacaraos quechua e Isconahua.
- Venezuela: Jotí, Sapé y Paraujano.
Como afirmó el prestigioso semiólogo italiano Umberto Eco: “El gran peligro de la globalización es que nos empuja a una megalengua común”. Existe una presión en las comunidades indígenas por integrarse a la cultura dominante. Los hablantes de estas lenguas minoritarias, cada vez más rápido, las dejan de lado para centrarse en otras más usadas, y por ende más útiles, como el inglés, el español o el chino.
Transculturación, otro peligro
Por otro lado, otro riesgo que supone la era de hiperconexión es la transculturación. Este fenómeno se refiere a la influencia mutua que se genera entre varias culturas al estar en contacto continuo, y al peligro de que una se imponga y absorba a las otras.
Con la globalización, las culturas de los países que dominan el sistema hegemónico occidental capitalista son las que se expanden más rápidamente sobre las de los países que, comparativamente, se encuentran en situación de vulnerabilidad.
De una forma cada vez más grotesca, vemos cómo las culturas se van unificando y haciéndose cada vez más monótonas, guiándose por un conjunto de valores hegemónicos de los países que dominan el tablero geopolítico, económico y social.
Según expertos de Asegúrate de Vivir, “la conexión mundial a través de los medios de comunicación y las redes sociales contribuyen notablemente a la profundización del fenómeno”, y “las consecuencias son la pérdida de la identidad y el arraigo, que conllevan a la falta de compromiso y confianza de las personas en los asuntos de sus territorios natales y de su país, obstaculizando de esta forma tanto la cooperación nacional, como la cooperación global que se requiere para enfrentar los desafíos comunes a todo el planeta”.
Un riesgo que es quizá más palpable, por el hecho de haberlo vivido en primera persona en los últimos dos años, es la llegada de las pandemias globales. La pandemia del coronavirus es el fenómeno de la era de la globalización por excelencia. Pues esta supone un mundo hiperconectado con lo bueno, pero también con lo malo.
El informe sobre ‘Megatendencias’ de Seguros Sura explica que “la elevada conectividad y movilidad de personas permitió la rápida expansión de contagios entre todos los países”. Es importante mencionar que este riesgo tiene su lado positivo, porque es gracias a la globalización que se gesta una interacción activa entre múltiples gobiernos y organismos internacionales, posibilitando así la creación de estrategias de cooperación globales para hacer frente a desastres de esta magnitud.
Muchos creen que la pandemia del coronavirus fue la primera de muchas, y temen la posibilidad -y probabilidad- de que los próximos virus sean más letales que este, poniendo a gobiernos y poblaciones enteras en jaque. Como mencionan los observadores expertos de Asegúrate de Vivir, “las consecuencias de una pandemia prolongada en el tiempo, con una alta severidad y mortalidad, podrían acarrear consecuencias sobre la demografía, como fue el caso de pandemias anteriores como la de la gripe de 1918 o, más remotamente, como sucedió con la Peste Negra en Europa durante la edad media”.
En definitiva, estamos atravesando un punto de la historia en el que no hay marcha atrás. Un proceso de convergencia mundial que engloba factores tecnológicos, económicos, sociales, culturales y políticos, entre otros. Un proceso que, así como supone atajos y oportunidades, también implica riesgos y desventajas que hay que atender antes de que sea demasiado tarde. Es el cómo formular las estrategias para atender estas amenazas el reto teórico y práctico de las sociedades modernas.