Para aspirar a una seguridad alimentaria global y equitativa es necesario lograr un desarrollo del Agro resiliente a la variabilidad y al cambio climático, que potencie la biodiversidad y que sea rentable, competitivo y sostenible. Los principales retos van desde agregar valor in situ a los productos obtenidos directamente de la naturaleza, hasta lograr un sector carbono neutral.
Los países de América Latina, desde finales del siglo XIX, han fundamentado su crecimiento económico en su vocación y potencial agrícola. Sin embargo, aunque la seguridad alimentaria y la nutrición han mejorado en el mundo en general, el progreso ha sido lento y desigual y los retos aún son grandes. Desde la perspectiva económica se espera que la participación de economías emergentes y en desarrollo, en el PIB mundial, aumente de 38%, en 2018, a 45%, en 2027.
Estas economías, en conjunto, deberán responder por más de cuatro quintas partes del aumento proyectado de la demanda mundial de carnes, cereales y oleaginosas en la próxima década (USDA 2018). En este escenario, las proyecciones indican una necesidad de al menos 100 millones de hectáreas adicionales -casi el área superficial de Colombia- para uso agrícola en 2050, según FAO y OECD.
Actualmente, según datos del Banco Mundial, la agricultura en la región representa más del 5% del PIB en aproximadamente 20 países. En los países que son exportadores netos de productos agrícolas, el sector adquiere una importancia adicional debido a su papel como fuente de divisas.
Los desafíos de la industria agropecuaria
A pesar de los avances, la crisis global obliga a un reencuadre del sector. Para el primer ministro de Ambiente de Colombia, Manuel Rodríguez Becerra, nos enfrentamos a una transición planetaria que va más allá del cambio climático y sus diversos impactos, o de la desaparición de extensas selvas de la faz de la Tierra. Es una transformación que se manifiesta en forma dramática en otras dimensiones ambientales como la extinción masiva de especies de flora y fauna, y el deterioro y destrucción del medio marino, de las fuentes de agua dulce y de los suelos.
Con este panorama se plantean dos desafíos: por un lado, tener una producción ambientalmente sostenible, reduciendo el impacto que genera el sector agropecuario en los diferentes límites planetarios; y, por otro, garantizar la salud alimentaria, brindando alimentos a una población que está aumentando cada día. Abordando de la mejor manera los retos, el sector puede ser un gran aliado para lograr una sociedad más sostenible.
La transformación requerida implica que se garantice el acceso a alimentos que no dañen la salud y sean nutritivos para todos, mediante la modificación de los sistemas alimentarios; el cambio a patrones de consumo saludables y sostenibles; la promoción de una producción que haga un uso regenerativo, no agotador y no destructivo, de los recursos naturales; la promoción de medios de vida equitativos; y el fomento de la resiliencia ante vulnerabilidades, impactos y tensiones climáticas.
Para la doctora Elizabeth Hodson, miembro del grupo de científicos de la ONU, la ciencia y la tecnología pueden transformar los sistemas alimentarios. El reto de una producción sostenible se encuentra en hacer una integración de sectores que permita no seguir actuando en compartimentos separados.
Esta integración será vital para lograr acciones específicas de adaptación y mitigación, entre las que la experta destaca la necesidad de agregar valor in situ a los productos, la diversificación de variedades agroalimentarias, la ampliación del espectro del suministro proteico y la innovación tecnológica, contextualizada a las necesidades regionales.
Gloria Estrada, Gerente de Geociencias en Seguros Sura, sostiene que el sector agropecuario en América Latina ha evidenciado una importante dinámica de crecimiento en los últimos años. “Actualmente, se observa un aumento importante en el desarrollo de Agtech (innovaciones tecnológicas que buscan soluciones a los problemas y desafíos que enfrenta la industria de la agricultura y alimentación) y Agrotech”, completa la especialista, principalmente en Brasil y Argentina.
Estos dos países -amplía Estrada- cuentan con al menos el 70% de las startups de la región como resultado de su propio ecosistema para el desarrollo tecnológico, los conocimientos de su talento humano y su capital natural, entre otros aspectos que hacen que lideren ampliamente el surgimiento de iniciativas que pretenden incorporar tecnologías digitales a las actividades del sector. “Esto muestra que la intensificación de tecnología en la agricultura de la región está evolucionando sus modelos productivos, generando consigo múltiples oportunidades para sus actores”, completa.
Tomando en consideración el mapa de innovación Agtech realizado por el BID para América Latina y el Caribe, actualmente se podrían contar con más de 500 emprendimientos que incorporan Big Data y agricultura de precisión, tecnologías en el procesamiento, logística y distribución de alimentos, mecanización y automatización de labores, software de gestión y servicios de información y educación al productor, entre otros aspectos que potencian la producción agropecuaria.
“También se destacan los avances que ha tenido el sector agrícola colombiano en la diversificación de sus cultivos y el impulso por el desarrollo de buenas prácticas sostenibles, que acompañadas de implementación tecnológica han permitido estimular la agroindustria”, profundiza la gerente. Además, la meta trazada por el gobierno nacional de duplicar la participación de la agricultura en el PBI hasta 13.4% a 2030 impulsará la incorporación de tecnología y el cierre de brechas productivas en todos los segmentos del agro será fundamental.
De todas formas, uno de los desafíos pendientes de la región tiene que ver con desarrollar de manera diferenciada las empresas del sector agro, dado que el rezago tecnológico se acentúa entre los medianos y pequeños productores agroalimentarios. Por esta razón, potencializar y aumentar la competitividad de las Pymes agrícolas se desataca como un elemento clave para la gestión de la seguridad alimentaria y para el logro de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS).
Los desafíos de una mayor eficiencia en el uso de los factores de producción agrícola en la región se convierten en grandes oportunidades, cuando se analizan las condiciones geográficas y naturales de América Latina y su papel preponderante en garantizar la seguridad alimentaria equitativa y sostenible mundial. Estos atributos naturales son motivadores invaluables para asumir estos desafíos y construir el camino hacia una producción agrícola ambientalmente sostenible.
Finalmente, contar con un sector resiliente, productivo y competitivo que desarrolle actividades agropecuarias regenerativas, eficientes e innovadoras permitirá que estas se inserten en las cadenas globales de valor, mejorando aún más la dinámica de crecimiento, su retorno social y sus beneficios medioambientales.
Hacia una producción sostenible
La creciente demanda de alimentos y otros productos agrícolas plantea la pregunta de cómo el sector logrará ampliar la producción y, sobre todo, si podrá hacerlo de manera sostenible. Ha llegado el momento de incorporar las amenazas climáticas en la planificación del uso del suelo y del aprovechamiento de los territorios, teniendo en cuenta que al fortalecer el capital social y ecosistémico se disminuye la exposición y la vulnerabilidad, componentes claves del riesgo.
Diversas tendencias vienen observándose. Las más fuertes son las que se conocen como Smart Agro y agricultura de precisión. Y es que el desarrollo tecnológico y digital a gran escala tiene mucho que ver con la evolución agropecuaria. Esto puede apreciarse en numerosos productos y técnicas de cultivo innovadoras.
Sin ir más lejos, ya comienzan a utilizarse drones para identificar los mejores espacios para sembrar. A todo esto hay que añadir el avance tecnológico que se ha producido en la maquinaria agrícola, donde se destacan, especialmente, los vehículos autónomos y la presencia de robots agrícolas o agribots. Cada vez son más los vehículos guiados por GPS que participan en el campo, además de los sensores aéreos y terrestres. Todo esto es lo que ya se conoce en el sector como Smart Agro.
Este concepto permite ver explotaciones inteligentes donde tienen cabida diferentes tipos de máquinas y sistemas de cultivo avanzados. Una infraestructura que se adapta perfectamente a cualquier situación y que facilita, entre otras cosas, una mayor optimización del agua empleada en el riego y el uso de nuevos fertilizantes y productos fitosanitarios amigables con el medioambiente. La revolución agrícola, en definitiva, se basa en la idea de producir una mayor cantidad de alimentos con menos recursos.
Otra de las tendencias que viene observándose tiene que ver con acciones regulatorias, estatales y mundiales que apalancan una producción sostenible. No es posible superar la pobreza ni combatir el hambre, la malnutrición y el cambio climático si las sociedades y los actores políticos de América Latina y el Caribe no reconocen lo rural como un motor del desarrollo económico, social y ambiental, al menos con la misma importancia que se le asigna en los países desarrollados.
A nivel mundial se destacan algunas acciones que se han implementado para lograr una producción más sostenible. Por ejemplo, Países Bajos se ha convertido en el segundo país exportador mundial de alimentos. Lo ha conseguido mediante un sector agrícola industrial, particularmente intensivo, que utiliza invernaderos. Éstos funcionan mediante contribuciones sustanciales de energía renovable, entre las que se incluyen sistemas geotérmicos y el uso generalizado de sistemas hidropónicos y de otras tecnologías intensivas.
Muchos cultivos se producen con una intensidad de agua y energía muy reducida. Por ejemplo, un invernadero holandés utiliza alrededor de 1,1 galones de agua para producir una libra de tomates (la media mundial para producir la misma cantidad es más de 25 galones de agua). Asimismo, puesto que casi todas las explotaciones agrícolas están dentro de los entornos controlados de los invernaderos, no se utilizan pesticidas.
Otro ejemplo es la agrosilvicultura, o la incorporación de árboles en granjas y pastos, para ayudar a regenerar tierras degradadas y aumentar los rendimientos. Sitios de prueba en Zambia que integraron árboles de Faidherbia albida produjeron entre 88% y 190% más de maíz que los sitios sin árboles
Si se compara el desarrollo del sector agro en América Latina con respecto a su nivel en países desarrollados, es claro que en esta región aún existen muchas brechas, debido a que el crecimiento del sector agro en la región se explica en general por el crecimiento de los factores individuales de capital, fuerza laboral y tierras, y no por una mayor productividad total asociada a la mayor eficiencia en el uso de la combinación de estos factores.
El desafío para América Latina es lograr un aumento en el desempeño de la productividad de los factores a través de la incorporación de nuevas tecnologías, que requieren mayor desarrollo técnico de la fuerza laboral, optimización de las tierras y recursos necesarios para la producción y el consecuente uso más eficiente del capital.
Hacer visible los impactos y conexiones descritas anteriormente buscan generar conciencia e incentivar cambios culturales en la cotidianidad de las personas. La información, el conocimiento, las conversaciones y los diferentes mecanismos y estrategias de comunicación de SURA pretenden incidir en la transformación de hábitos a nivel empresarial e individual en las sociedades que conforman América Latina.