
La clave para que tus hijos acepten a tu nueva pareja es que siempre les hables con la verdad.
“Mamá, yo no entiendo por qué no se habían separado antes. El papá y tú ya no son felices juntos”. Estas fueron las palabras de Sara*, una niña de ocho años, cuando su mamá le contó que se iba a separar de su papá. Las palabras de su hija fueron un descubrimiento para Marta*, quien desde hace seis años quería separarse de su pareja, pero no lo había hecho por temor a que su hija se deprimiera y a que creciera en un hogar de padres separados.
Para la psicóloga Kelly Mojica, la clave es hablarles a los niños y jóvenes siempre con la verdad. “Desde que la pareja decide separarse, deben explicarle a los hijos por qué van hacerlo. Además, deben presentar la separación como una oportunidad para la construcción de dos familias: van a pasar de vivir en un hogar donde los padres son infelices, a dos hogares felices”, explica la especialista. Con esto, los hijos tendrán claro que en su futuro van a tener la estabilidad de dos padres que los quieren y que los acompañarán, y no tendrán la incertidumbre del futuro que es lo que les genera sufrimiento.
Para un niño es mucho más sano ver que sus papás tienen una relación de respeto, así vivan separados, a crecer con unos padres que tienen la relación idílica de “juntos para siempre”, en medio de peleas y discusiones que afectan a todos los miembros de la familia. “Además, hoy es mucho más común que tengan compañeros del colegio o amigos del barrio que también sean hijos de papás separados. Por eso, ya no se sienten los ‘niños diferentes’ ”, advierte la psicóloga.
Los valores con los que criamos a nuestros hijos también son claves para que tengan una buena conducta a la hora de asumir la separación. “Es muy importante que el niño esté tranquilo, que entienda que lo que está pasando es por una razón y que no es su culpa. Así, no sufrirá y no tendrá resentimiento con sus padres”, explica Kelly Mojica. Para ella, todos los niños deben tener acompañamiento terapéutico durante la separación de sus padres, en especial, aquellos que tienen antecedentes de síntomas de depresión, dificultad en el manejo emocional, apego, situaciones de pérdidas anteriores y, en general, algún diagnóstico de comportamiento.
- La nueva pareja debe saber cuáles son sus responsabilidades con el niño, sus límites y los objetivos de la relación.
- Los papás deben permitirle a sus hijos que experimenten lo que pueden obtener en uno y otro hogar para que decidan cuáles son los valores con los que quieren construir lo que será su vida.
Quién va a criar y quién va a acompañar
Es muy importante que definas con tu nueva pareja si él o ella van a asumir la paternidad o maternidad de tu hijo (especialmente en el caso de los padres viudos) o si va a acompañarlos. Definir estos límites es muy importante para mantener una buena relación con tu pareja y con los hijos. Cuando acompañas a un niño con propósito, tienes reglas y compromisos para la convivencia, puedes llamarle la atención y también felicitarlo. Sin embargo, la toma de decisiones está en manos de los papás y solo la asume la nueva pareja si el acuerdo es que se encargue de la crianza de los niños.
Espacios para resolver conflictos y negociar
Cuando los miembros de una pareja tienen hijos de relaciones anteriores, es clave que realicen reuniones de convivencia para resolver conflictos y negociar. Primero, entre la pareja; segundo, entre cada uno de los miembros de la pareja con sus hijos; tercero, todos los miembros de la nueva familia. En estos espacios se deben definir deberes, normas y derechos de cada uno.
Además, es muy importante que establezcan tiempos de calidad con los hijos de cada uno. Por ejemplo, un fin semana del mes cada uno se dedica a sus hijos; otro fin de semana es solo para la pareja, y el tercero, para que compartan todos juntos.
*Nombres cambiados por solicitud de los pacientes.
- Realiza a tiempo “las conversaciones pendientes”. Cuando estas no se mantienen a tiempo, se destapan conflictos entre los padres, los hijos y la nueva pareja.
- Etiquetar a los niños propios o de mi pareja como “el hijo de tal” puede causarles una pérdida de la confianza y del afecto construido, ya que el niño puede sentirse lastimado y señalado.
- Se aísla en el colegio o en la casa.
- Renuncia a las actividades que le gustan: deportes, grupos sociales, pasatiempos.
- Presenta síntomas físicos que no son frecuentes y que no tienen origen alguno: mareo, dolor de estómago y estrés. Estos se dan porque el niño atraviesa un momento de cambio que trae consigo desconfianza, temor e incertidumbre frente a lo que será su futuro familiar.