Sí, desayunar, almorzar y cenar son necesidades y, por supuesto, te alimentas en función de ellas. Pero, ¿qué importancia le das a los alimentos y a las preparaciones con las que te alimentas? ¿Cuánto tiempo inviertes en ingerir esos alimentos? ¿Cuál es el valor nutricional de lo que estás comiendo? ¡Hablemos de los beneficios del Mindful Eating!
En nuestro día a día nos encontramos en una especie de piloto automático, las tareas del día se van cumpliendo sin pensarlo mucho: levantarse, asearse, café, desayuno, ir al trabajo, almorzar, trabajar, regresar del trabajo, pensar en el trabajo y tratar de dormir. ¿Cuántas de esas tareas las hacemos de manera consciente?
Un ejercicio sencillo: ¿qué comiste hoy? ¿Tenías hambre cuándo comiste o simplemente era la hora de hacerlo? Mientras comías, ¿qué otras cosas estabas haciendo?
Es muy frecuente que no recordemos qué fue lo que desayunamos en la mañana y, seguramente, si hablamos del almuerzo también recordarás el mail que estabas contestando o la conversación de trabajo con algún compañero solucionando pendientes mientras lo hacías ¡Lo estamos haciendo de la manera equivocada!
El Mindful Eating “se trata de una filosofía que nos invita a llevar nuestra atención momento a momento en ámbitos relacionados con la alimentación, es decir, significa elevar nuestra consciencia observando nuestros patrones de ingesta con curiosidad y aceptación, siendo conscientes de cómo tomamos las decisiones de qué alimentos comer, cómo y cuándo”, asegura Javier García Campayo, coordinador del Máster de Mindfulness de la Universidad de Zaragoza.
Muy a menudo nos alimentamos inconscientemente, porque nos toca. El mindful eating nos propone cambiar el chip: ¡Ser conscientes! Hacerlo cuando realmente tenemos hambre, cuando el cuerpo lo está exigiendo. Comer lo que necesitamos, hasta quedar satisfechos. Y más importante, sacar el tiempo para hacerlo, sin distracciones, sin contestar el mail, ni ver las redes sociales, ni atender a una reunión. El tiempo para consumir nuestros alimentos debe ser exclusivo para dicha actividad.
“El gran cambio que se produce en nosotros llega cuando el individuo es capaz de plantearse si tiene hambre física o tan sólo se trata de hambre emocional. Diferenciar entre esos dos conceptos es fundamental para cambiar nuestra forma de relacionarnos con la comida y, por tanto, de aprender a comer conscientemente”, explica la española Pilar Casanova, formadora en Mindful Eating.
Estos son algunos beneficios que trae practicar la alimentación consciente:
- Ayuda a diferenciar el hambre emocional del hambre fisiológica: es común utilizar la comida como placebo para nuestros estados emocionales, para la tristeza, para la alegría, para la ansiedad, etc. Debemos comer por hambre, cuando realmente lo necesitamos para ayudarle al cuerpo con su función.
- Nuestro peso será estable: Si nos alimentamos conscientemente y con la cantidad de comida que necesitamos, nuestro peso corporal será el indicado y esto se verá reflejado, necesariamente, en nuestra salud.
- Ayuda a la concentración: este entrenamiento nos ayudará a enfocarnos en una actividad, en este caso, comer. Es un ejercicio diario que nos ayudará a tener mejor concentración en las tareas que estamos realizando.
- Nos ayuda con el estrés y la ansiedad: esta tarea nos exige, diariamente, un ejercicio emocional que impacta esos estados de estrés y ansiedad que traen los días con todas sus actividades, laborales, sociales y familiares.
5 pasos para poner en práctica el Mindful Eating:
- Come sentado. ¡Concentrate!
- Después de cada bocado, deja los cubiertos sobre la mesa
- No te obligues a comer todo
- Sin distracciones: sin móvil, sin televisor, etc.
- Observa lo que vas a comer antes de hacerlo: el olor, la textura, el color. Agradece.
No dejes que el ritmo frenético de nuestros días te imponga lo que debes comer. ¡Es tu decisión!
Fuentes bibliográficas: