En días en los que el confinamiento preventivo es la solución para evitar el contagio y mantenernos sanos, se encienden las alarmas por el bienestar de la salud mental. ¿Cómo detectar que esta se está afectando y qué hacer para protegerla? Aquí te lo contamos:
Una vez la Organización Mundial de la Salud declaró al COVID-19 como una pandemia, las alarmas sobre la necesidad de frenar la curva de contagio se encendieron y la conclusión fue la necesidad de frenar el contacto social para evitar así la propagación del virus.
Apenas se tomó la decisión aparecieron las alertas sobre las consecuencias sicológicas que el confinamiento podría traer. “El aislamiento, el distanciamiento físico, el cierre de escuelas y lugares de trabajo, son desafíos que nos afectan, y es natural sentir estrés, ansiedad, miedo y soledad en estos momentos”, subrayó al respecto en una rueda de prensa el jefe de la OMS para Europa, Hans Kluge.
Los expertos de la OMS enfatizaron que en general la respuesta a estos desafíos es mostrar afecto y cuidado hacia los demás tomando en cuenta las recomendaciones de distanciamiento social, y proyectando cercanía a través de una llamada telefónica, una postal o una videoconferencia.
“Es esencial que afrontemos los retos mentales que esta crisis produce, diseminando información puntual, comprensible y veraz a todos, incluidos los más jóvenes y los mayores”, concluyó el doctor Kluge.
Para entender y manejar la situación pon atención a los siguientes puntos:
¿Cuáles son síntomas de alarma frente al estrés o dificultades emocionales?
- Inquietud o sensación de estar atrapado o con los nervios de punta o de estar paralizado por el miedo.
- Sensación de peligro inminente de enfermar o morir.
- Dificultad para concentrarse, recordar eventos o interesarse por otros asuntos.
- Estar permanentemente preocupado y no poder dejar de pensar en otra cosa que no sea la enfermedad.
- Estallidos emocionales continuos y con presencia de agresividad. Irritabilidad, intolerancia y excesiva susceptibilidad.
- Estar en estado de alerta que lleva a percibir sensaciones corporales como aumento del ritmo cardíaco, respiración acelerada (hiperventilación), tensión muscular, escalofríos, sudoración, temblores.
- Dificultad para desarrollar labores cotidianas o realizar su trabajo adecuadamente.
- Alteraciones persistentes del sueño. Problemas para conciliarlo o que este sea realmente reparador.
- Tristeza permanente.
- Aislarse, evadir el contacto con otras personas o mostrarse solitarios.
- Constante preocupación por lo que está sucediendo.
- Síntomas físicos sin justificación, como cefaleas o dolor abdominal, dificultad para respirar, taquicardia.
- Fatiga o cansancio permanente .
- Falta de energía.
El Nacional Institute of Mental Health de Estados Unidos recomienda las siguientes actividades para controlar el estrés:
- Saber reconocer las señales sobre cómo respondes al estrés, como dificultad para dormir, aumento del consumo de alcohol y otras sustancias ilícitas, enfadarse fácilmente, sentirse deprimido y tener poca energía.
- Hable con tu médico de confianza o con tu proveedor de atención médica. No esperes a que su médico te pregunte si estás estresado. Inicia la conversación con el fin de obtener atención adecuada para los problemas de salud existentes o nuevos.
- Haz ejercicio de manera regular. Una caminata diaria de tan solo 30 minutos puede ayudarte a mejorar el estado de ánimo y salud.
- Prueba una actividad relajante. Averigua sobre programas de relajación o bienestar que tal vez incorporen meditación, relajación muscular o ejercicios de respiración. Programa horarios regulares para estas y otras actividades saludables y relajantes.
- Establece objetivos y prioridades. Decide qué debes hacer y qué puedes esperar hasta más tarde, y aprende a decir no a las tareas nuevas en caso de que tengas sobrecarga de trabajo.
- Mantén el contacto con personas que pueden ofrecerte apoyo emocional y ayuda práctica. Para reducir el estrés, pide ayuda a amigos, familiares y organizaciones comunitarias o religiosas.
Recuerda: el estrés nos afecta a todos. Es normal que por esta época te sientas abrumado. Si así sucede, comunícalo a tu médico o consulta con tu proveedor de salud.